sábado, 27 de junio de 2009


Más aún, su fecundidad pictórica sorprende positivamente, porque viajando mucho al exterior -y exponiendo- pasa largas temporadas en Santo Domingo y presenta muestras individuales sustanciosas que revelan un proceso constante de investigación.
A veces se quisiera que Fernando Ureña se detuviera y conservara determinada imagen. Pero si no la abandona y varía son un mismo tema, ya está en una nueva búsqueda que pronto concluye o continúa, propiciando una extensa colección de sus telas. Un ejemplo de ésta opción puede observarse en los dos grandes salones laterales de la Casa de Bastidas, los mejores por recibir abundante luz diurna. La exposición, auspiciada por el Voluntariado del Museo de las Casas Reales, se llama Crisálidas.
De hecho, las Crisálidas son un canto formal, espacial y cromático a la vida y al amor. Ambos están ligados desde los tiempos remotos de la mitología griega: Eros, entre los dioses y los hombres, era una fuerza del universo, aseguraba la continuidad de la vida, expandía abundancia y fertilidad en la tierra.

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