jueves, 25 de junio de 2009


La serie más reciente de Saidel Brito genera de entrada- una necesidad en el espectador por establecer con precisión los acontecimientos que han congregado a las multitudes retratadas en algunas pinturas, o la significancia particular de los paisajes que otros lienzos reproducen. Paradójicamente ninguna información al respecto es provista permitiendo conservar cierto anonimato en las imágenes por lo menos hasta un careo posterior que de cuenta del contexto histórico y social cubano que ilumina cada cuadro- un anonimato que sin embargo es patentemente familiar en cuanto a las convenciones históricas y mediáticas para representar a las masas.

Esto apuntaría a conectar con las preocupaciones fundamentales del artista aquí planteadas: son historias e imágenes que están vaciadas de contenidos en el tiempo de espacios que ideológicamente se han desvanecido o sobre los cuales aparecen como una especie de fantasmas ideológicos tiene que ver con la fragilidad de la memoria y con el cambio de los signos y la vaciedad de esos signos: geográficos, objetuales, literarios con relación a los hechos históricos, los datos y los rastros dejados en los museos, en la memoria colectiva y en el espacio físico donde ocurrieron

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