“De regreso de sus estudios en “San Fernando”, plega, en Guayaquil, al movimiento expresionista de su generación y libera a su escultura de empaque neoclásico y le da en unos casos fuerza y en otros sensualidad. De fina sensualidad es “Tagua negra”, presentaba en el Segundo Salón Nacional de Bellas Artes de Quito (1946) que, a juicio de un crítico del tiempo, fue lo mejor del Salón. “Era una figura de mujer, de pequeño tamaño, en la que Palacio aprovechó muy bien la calidad y hermosura del material y construyó una figura femenina dotada de una gran animación interior. Era una figura vibrante, llena de vida. Era una bellísima escultura. El crítico rechazaba opiniones en el sentido de que era “muy decorativa y se acercaba mucho al bibelot y afirmaba:
Sostengo que la escultura de Alfredo Palacio fue lo mejor del Segundo Salón de Bellas Artes (Jorge I. Guerrero). Los mejores desnudos de este momento captaron la morbidez de la mujer tropical.Escultor de aliento, trabajó en los años siguientes escultura monumental pública. Suyas son algunas de las obras más importantes y de más seguro gusto y sentido escultórico de Guayaquil. Entre los grupos se destaca el dedicado a Eloy Alfaro sostenido e impulsado por vigorosa masa humana. Entre los bustos y cabezas, tiene especial nobleza y reciedumbre la cabeza de Montalvo, situada en el pequeño parque dedicado al prosista ambateño en Guayaquil.
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