martes, 7 de julio de 2009




El artista se inclina ­ es alto y erguido como un árbol intemporal­ para enseñarme el plato valdivia que en su reciente peregrinaje por la Costa descubrió. En sus manos grandes como zarpas ­ con ellas ha explorado el tiempo y el espacio­, indemnes a pesar de lidiar con acero, ácido, fuego, yace el plato, y el sol que es una araña centelleante, plantada en la mitad del austero comedor donde estamos, zarandea por la multitud de líneas que se entrelazan sin pausa tramando una celdilla perfecta (cuadrada) en el núcleo de la pieza que el maestro exhibe.
Sin advertirlo, los dos, regresando quizás a un perpetuo nacimiento, comparamos, una y otra vez, la similitud del cuadrado del plato valdivia con cualquiera de los lados de un hipercubo (Estuardo Maldonado está trabajando desde hace un tiempo en sus Serie de hipercubos), que cuelga de un hilo luminoso: cinco mil años de historia se refunden en un abrazo inexpresable en el más hondo silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario