sábado, 25 de julio de 2009
ganador de salon de julio
Tenía el nerviosismo feliz de lo inesperado, como si aún no lo creyera y no hubiera ordenado sus ideas. “Quisiera mejor, decir todo mañana”, fueron las primeras palabras de Lenin Mera Constante, de 30 años, quien se adjudicó ayer la quincuagésima edición del Salón de Julio, el concurso de pintura más importante de la ciudad, dotado de 10 mil dólares.
El artista manabita (residente desde los 4 años en Guayaquil), quien ya se ha hecho con primeros premios en varios concursos locales, salió de un salón adjunto del Museo Municipal, donde esperó hasta que el jurado proclamó los resultados.
La obra ganadora lleva un título irónico: “Confort y lujos, viva como un rey”. Son 84 latas de sardinas intervenidas pictóricamente con óleo y papel, en cuyo interior se pueden observar estampas de los barrios marginales de Durán y Guayaquil. Niños, ancianos, hombres y mujeres en color sepia, entre las casas de caña y el barro.
La titular del museo dice que para celebrar la edición 50 de la muestra habrá actos paralelos al salón, que abrirá su exposición el 24 de julio.
Para el artista cubano radicado en Guayaquil, Saidel Brito, el Salón de Julio es el evento artístico más importante de la ciudad. “No solo por su convocatoria nacional, sino porque en él se han cristalizado algunos de los exponentes de las artes visuales del país más interesantes de la segunda mitad del siglo XX”.
Sobre la nacionalidad de los integrantes del jurado y la posibilidad de que no entiendan el marco en el que se desarrollan las creaciones locales, Brito opina que “el arte por naturaleza debe ser un bien universal”, además refiere que en este asunto el director del certamen juega un papel fundamental.
Uno de los méritos de los ganadores, en opinión del cubano, debe ser una propuesta en la que converja la historia de la pintura local y latinoamericana con un lenguaje artístico pertinente.
Para exhibir esta muestra se convocó a 100 artistas, de los cuales 40 fueron seleccionados para participar con modalidades como: arte objeto, arte conceptual, performance (arte en acción) y videoarte.
Para muchos de los visitantes, la exposición no exhibe lo que esperaban ver, sin embargo más de 1 700 personas acudieron en la primera semana de muestra. "Es un poco extraño para mí asimilar lo que quieren decir los artistas, cada pieza tiene algo que la hace ser única, además da un mensaje que a veces no es tan claro, pero igual válido", comentó Andrea Aravena.
domingo, 12 de julio de 2009
TEODORO RODRIGUEZ MUÑOZ
Poco se conoce de las esculturas a gran escala emplazadas en la zona del austro, que pueden tener relación con los gravados del pueblo Nazca del Perú y de la cultura aborigen de California (EE.UU.). Pero la diferencia es su elaboración en tres dimensiones, como contexto de una ingeniería constructiva más compleja y avanzada.
Figuras gigantes emplazadas entre sí en un radio de escasos kilómetros, como un legado existente en parte de la zona del austro, en el que se encuentran perennizados y consagrados dioses (animales míticos), el origen y gran parte de la mitología del pueblo cañari, se han mantenido desapercibidos a través de los siglos, evidenciando a los cañaris, como grandes escultores de obras monumentales.
Esculturas y gravados
Una tortuga gigante, dos guacamayas y una serpiente, son los animales sagrados, tótems o dioses de la adoración de la cultura cañari, que se encuentran perennizados en grandes esculturas o gravados.
Jorge Porras
En su primera etapa, a Jorge Porras le obsesionó el mundo de los gatos. Nocturno, sensual, vagabundo, sibilino, el gato también nos remite al juego, a la maroma. El mundo de los gatos se tornó en su fascinación. Utilizando técnicas mixtas –siempre lo hará– presenta su muestra Ángeles, Máscaras y Gatos, en 1995, en acuarelas, témperas y tintas. Pero los gatos fueron su hilo vertebrador: gatos alados, enmascarados, furtivos, distantes, sensitivos, insólitos peregrinos de tiempos inmemoriales. Desde los ritualismos egipcios, quizás y a partir de una confusa nostalgia muy suya, Porras los trajo a sus telas para que retocen por ellas: indolentes, tiernos, amorosos, fugitivos, listos a dar el zarpazo de la despedida. “Ahora desaparece mi escolta, de pie en la distancia; / La dulzura del número acaba de destruirse. / Adiós a todos vosotros, aliados míos, mis violentos, mis índices. / Os arrastra totalmente, tristeza obsequiosa. / Yo amo...”.
Y junto a los cuadros, Jorge Porras expuso sus miniaturas (en ellas bota las manchas, no se conflictúa, por ellas navegan espontáneas figuras y esplendores shamánicos, caballeros medievales, animales de mitologías oníricas, piezas, en fin, elaboradas por un coleccionista para coleccionistas). Y también sus máscaras –no como arte “décor”– sino como plasmación de una de sus vertientes intelectivas: todos los seres humanos somos, en esencia, una multiplicidad de máscaras; el objetivo: que nadie nos conozca, ni siquiera nosotros mismos, no tendríamos el valor de aceptarnos. Máscaras los rostros. Máscaras los gestos. Máscaras los sentimientos. Y para sus máscaras, Porras no compra materiales, los inventa resucitando objetos de los escombros: suelas de zapatos inservibles, tornillos, clavos, aldabillas enmohecidas. Y también sus botellas, que lucen desprendidas de alguna estantería de alquimista, –nuestro artista disfruta hasta el delirio de su oficio y brinca de un lado a otro con desenfado– llenas de agua y rematadas por esculturas mínimas que simulan formas humanas o górgolas o monstruos, sobre las cuales tiende un manto de tela estucada. Atrás, por visualizar un ejemplo, alas tramadas con hojas de eucalipto que se transfiguran en ángeles, pájaros o mariposas.
Darío Ortiz y su moderna antigüedad
Una obra que trasciende de lo estético, debida y técnicamente tratado por el creador, y se extiende hacia un diálogo con sensaciones y reflexiones, es lo que propone Darío Ortiz Robledo, pintor colombiano que, a edad temprana descubrió en el arte una voz, una invitación al diálogo con el público.
Quienes se detienen a admirar sus escenas encuentran en ellas ese toque de pasado y presente, de un moderno renacimiento.
Esto es lo que plantea el artista colombiano, uno de los pintores que estará presente en la muestra organizada por el aniversario del Museo de Arte Moderno de Cuenca.
Cuadros de gran formato en técnicas de óleo sobre lienzo, carboncillo y mixtas, hasta ayer eran montados sobre marcos por personal de museografía. El pintor los observaba con detenimiento y formaba parte de las escenas con las que también dialogaba.
La pintura desde 4 enfoques distintos
Lara aborda la alteración de las formas usando objetos como focos o elementos como el agua. Por eso su pintura es una realidad deformada por un efecto óptico, como en el óleo Pulsemos para continuar, díptico que le valió el primer lugar en la bienal. Ahí, el saludo de Bolívar y San Martín (La Rotonda) se ve difuminado detrás del cristal de una bombilla.Esta impresión es recurrente en todas sus obras, incluso en las que están en formatos menos tradicionales como Mal tiempo, óleo sobre paraguas. Lara menciona que en la exposición muestra una perspectiva urbana y personal que critica los esquemas de la regeneración urbana.
Washington Mosquera
En el corrillo de las artes visuales en relación al dibujo, generalmente se dice que si intervienen 2 tintas o más deja de ser dibujo y pasa a ser pintura.
Tamaña aseveración a acarreado especialmente a las juventudes a confundir estos 2 espacios nobles de las artes visuales.
En mi concepto, la pintura es mancha y forma pero controlada, profundamente meditada, elaborada.
Sentía que brotaban como por si solas las formas, las tintas parecían destilar de mis dedos, mis uñas como plumillas chatas rascaban las texturas emocionadas y vibrantes.
Me había metido en un expresionismo cálido, como desnudando "pasiones íntimas".
Después de tan brutal estallido, me encuentro en un nuevo itinerario, con la forma pausada y mi emoción latente; me dejo conducir complacido a una selva, de la que ya no veo la hoja, miro el bosque.
El arte, mi arte es un divertimento emocionante con el que juego como hijo único.
Félix Aráuz
Se inicia en la familia de los pintores guayaquileños, cuando era miembro de la escuela de bellas artes. Desde temprana edad, siente el deseo de pintar.
En 1967 viajo a los estados unidos becado por el gobierno norteamericano.
Con el maestro Aráuz, encontramos cuatro signos recurrentes en diferentes planos temporales: los infantes, los paisajes, los bodegones y los floreros,
Es un artista que siempre esta demostrando una gran sensibilidad y abertura de ideas, sin embargo, podemos notar que lo mas importante del pintor, no es su filiación a uno u otro movimiento.
Su arte adquiere cada día nuevo misterio, se torna mas natural, mas creativo, por medio del color y por medio de sus líneas, como lo demuestra en su obra, EL ARBOL MAGICO donde dentro de sus hojas encontramos, rostros, pájaros, pisajes.
Como algo encarnado en él, tenemos sus obras de rostros de niñas, donde el artista, plasmando toda su imaginación, fue agregando, flores, aves, pájaros sobre la cabeza en lugar de cabellos. Logrando hacer de estos cuadros un estilo único y creativo.
Carmen Gonzáles
Dueña de un arte pletórico de color, ternura, extraño y fresco onirismo; y una hacedora de rostros e imágenes donde una honda y apacible vida interior se refleja en ojos desmesurados, en actitudes melancólicas, en gestos simples que demasiado expresan.
Carmen Gonzáles, comienza su vida artística, a muy temprana edad, tratando, de plasmar en sus obras la riqueza de nuestra gente, y sus costumbres, arraigadas en sus raíces entre sus obras mas importantes podemos encontrar las niñas con esteras, la recolectora de papa, sus típicos fogones.
Sus obras las encontramos en diferentes partes del mundo, formando parte de colecciones particulares muy importantes (Japón, Suiza, Inglaterra, España, Caracas, Bogota)martes, 7 de julio de 2009
Me costó años de investigación cuidadosa, agitadas noches de insomnio, además de caer en una maraña de incomprensiones y vicisitudes. Los libros de medicina guardaban hermético silencio. Los místicos se habían ido demasiado lejos y se diluían en extensas meditaciones. Fue en una de esas meditaciones que quedé absorto contemplando mi ombligo. Un simple pliego en espiral invertida, con un oscuro punto interior que subía, bajaba y se desdoblaba con lenta y deliciosa movilidad.
Mis ojos estaban atentos contemplando la oscilación y casi instantáneamente quedé hipnotizado, transportado a los dichosos días de mi vida uterina. Todo lo recibía entonces por el cordón umbilical: El amor, el afecto, el alimento. Era por ese oído alargado que percibía ritmos, latidos, pulsaciones. Me preguntaba ahora por qué aquellas funciones habrían de concluir abruptamente. Por qué habíamos reducido el ombligo a simple cosedura, a recuerdo inenarrable del tiempo en que nadie nos conocía, cuando aun no teníamos nombre ni apellido; a símbolo que no puedes borrar con un simple estropajo de baño.
Sin advertirlo, los dos, regresando quizás a un perpetuo nacimiento, comparamos, una y otra vez, la similitud del cuadrado del plato valdivia con cualquiera de los lados de un hipercubo (Estuardo Maldonado está trabajando desde hace un tiempo en sus Serie de hipercubos), que cuelga de un hilo luminoso: cinco mil años de historia se refunden en un abrazo inexpresable en el más hondo silencio.
Fernando Ureña Rib
No se repite ni rompe con su pasado pictórico. Manteniendo un estilo y una imagen inconfundibles, el suma las etapas anteriores en un extraordinario enriquecimiento plástico. Una paleta exquisita "instrumenta" racimos de formas. Formas superpuestas, contiguas. Formas en evolución , configuradas dentro de una mayor o menor complejidad. Preeminentemente orgánicas, pero con un subyacente toque de geometría.Son espacios sicológicos, no solo físicos. El espectador es confrontado simultáneamente con imágenes que se funden en una continua superposición de imágenes fugaces que se mueven en la misma progresión musical del staccato y se produce en él el perturbador efecto de un proyector de películas de cine cuyas imágenes van quedando lentamente paralizadas.
OSWALDO VITERI
Ella fue cada día más drástica con la interacción humana que iba suscitando en mí. A ratos pasé a pertenecerle y, como es evidente, a soportar su opresión, como si se tratara de pagar el tributo o el castigo de conocerla en sus meandros más ocultos, esos que subyacen detrás del lenguaje pictórico cuando éste oscila en la raíz de lo excepcional y la eminencia. Creo que esto sobrevino porque la obra de Viteri es materia eterna en cuanto interpelación asombrosa de una realidad que es común a todos, y porque, especialmente en sus ensambles, no admite posturas medias.
La niñez, esa distancia
ArteAmericas'09
ARTE CONCEPTUAL
El espectador es parte integral de esta tendencia porque necesita una mayor percepción de parte del mismo con su participación y en la acción. Sus propios puntos de vista abren el compás en cada obra, utilizando el lenguaje para comentarios, algunos de manera positiva o negativa acerca de los aspectos políticos y sociales en el que el artista quiere hacerle referencia.
El arte conceptual no fue aceptado en primera instancia, implico un proceso que logro implantarse adquiriendo reconocimiento, esta tendencia desencadenas otras formas artísticas como fluxus y el mail art. Lo interesante del arte conceptual es que obtiene rápidamente y con gran facilidad abarca a un significativo y amplio público.
jueves, 2 de julio de 2009
Jorge Dávila Vázquez
Enrique Estuardo Álvarez es de esos pintores infatigables, inagotables y capaces de trabajar hasta en sueños. Su bello nuevo proyecto QUILAGO, parte de una evocación casi mítica: la de la mujer que debe asumir el liderazgo de su pueblo, en la ausencia definitiva de su compañero; la de la cacica de Cochasquí, que es el punto de referencia del inmenso conjunto de retratos de mujeres, que hoy colman el quehacer del artista.
Un resplandor de sol emana del personaje legendario y se vuelve arco iris de grandes dimensiones en esta exposición, que oscila entre el realismo conmovedor y el neo-expresionismo, agresivo y vital.
Álvarez tiene presente en la realización total de la muestra la idea de la pasión femenina, del valor, de la ternura, de la fuerza, pero, a veces también, de la desolación, la edad, los varios y diversos dolores de la vida humana, captándolos todos, con un extraordinario virtuosismo en la expresión de los personajes, a los que no solo va retratando, sino rindiendo un homenaje de artista y de ser humano, respetuoso y solidario.
JORGE ANTONIO E SILVA
Hay un clima de ausencia en la obra de Enrique Estuardo Álvarez. Es como sí sus personajes aguardaran por un momento epifáníco que les condujera a un encuentro festivo con lo sagrado, aunque todos se reconozcan profanadores de algún orden desconocido. Esa característica se extiende por toda la historia, teniendo el pasado en intento de diálogo con el presente; va por los medios de comunicación masivos; pasa por la ancestralidad indígena y llega al propio artista cuando se disloca como metáfora de sus representaciones. Otro elemento se hace presente en la densa iconografía del artista: la duda como método de descubiertas subjetivas que se renuevan a cada paseo de la mirada sobre sus cuadros de realidad disimulada. Es imposible ser indiferente a esos juegos de imágenes metonímicas que proponen indagaciones sin indicar una respuesta al fruidor. Este, delante de la implacable paleta de Álvarez invoca a la vacuidad de la condición humana, el extrañamiento de su propia realidad y la duda como principio de todo el conocimiento acerca del hombre. Hay un dialogo astuto hecho de simulaciones calculadas. Desesperadamente, en la espacialidad geométricamente determinada en escenario de rara belleza y monumentalidad, oro y oscuridad difusa, persiste un habla de decodificación personal entre el pasado y el presente, entre artista y obra, entre obra y espectador.
MARCO ANTONIO RODRÍGUE
Mucho tiempo (toda su juventud) pasó el gran artista pensando en un simple sello para firmar sus obras. Con algún logogrifo (enigma que resulta de una combinación arbitraria de las letras de cualquier palabra), o abarrotado de cruces diminutas, o de líneas que remitían a los quipos o simplemente vacío. ¿Miedo, timidez, humildad -de convicción por cierto, pues no hay asomo de pose en este artista- o un anhelo oculto de desconcertar al espectador no solo con los hondos y avasalladores sentidos de sus composiciones: óleos, dibujos, grabados, retablos, objetos, instalaciones, sino también dejándolas anónimas?
Por la memoria de Enrique Estuardo Álvarez rondan implacables conceptos de nuestros imagineros, quienes, a más de no abdicar de su cosmovisión ni de su religión (recuérdense sus vírgenes emplumadas, sus soles devenidos en Dios Padre, sus papagayos volando junto a ángeles), se mostraban reacios a firmar sus telas.